miércoles, 11 de mayo de 2016

A los ojos de Jesús

Qué bonitos son tus ojos, Jesús mío,
son azules, inmensos como el cielo.

Tus ojos son abismos insondables,

abismos de ternura y de consuelo.

Dan vértigo divino al contemplarlos,

suprema obsesión: hundirme en ellos.

Jesús mío, tus ojos son dos soles,

¿Cuándo me cegarás con sus destellos?

Son tus ojos hogueras en mis noches,

¡oh amor de mis amores!

Yo te ruego que a mi alma, herida mariposa,

atraigas y consumas en tu fuego.

Tus ojos me persiguen, me enamoran,

me dan vida, me dan miedo.

Tus ojos son dos brasas que me abrasan,

aunque quisiera olvidarlos, ya no puedo.

Tus ojos son la fuente de la vida,

por eso son jardines los desiertos.

Ellos truecan las noches en auroras

y arrancan de las tumbas a los muertos.

Son lagos entre altísimas montañas,

lagos con  hermosísimo espejeo,
lagos en cuyo fondo,
las estrellas retratan su azogado centelleo.

Quiero ser navecilla en esos lagos,

surcarles, sin cesar, ese es mi anhelo;
y, por fin naufragar en sus cristales,
pues sé que, en sus cristales, está el cielo.




martes, 5 de mayo de 2015

Tras la huella del Grial

Mensaje de la Virgen de Medjugorje 2 de mayo 2015

«Queridos hijos, abrid vuestros corazones 
y tratad de sentir cuánto os amo 
y cuánto deseo que améis a mi Hijo. 
Deseo que lo conozcáis lo más posible, 
porque es imposible conocerlo y no amarlo, 
porque Él es amor. Hijos míos, yo os conozco. 
Conozco vuestros dolores y vuestros sufrimientos
 porque los he vivido. 
Me río con vosotros en vuestras alegrías. 
Lloro con vosotros en vuestros dolores. 
Nunca os abandonaré. 
Siempre os hablaré maternal y dulcemente. 
Y yo como Madre, necesito vuestros corazones abiertos, 
para que con sabiduría y sencillez difundáis el amor de mi Hijo. 
Os necesito abiertos y sensibles al bien y a la misericordia. 
Os necesito unidos a mi Hijo, porque deseo que seáis felices y me ayudéis a llevar la felicidad a todos mis hijos. 
Apóstoles míos, os necesito para que a todos 
les enseñéis la verdad de Dios, 
a fin de que mi Corazón, que ha sufrido y también hoy padece tanto sufrimiento, pueda triunfar en el amor. 
Orad por la santidad de vuestros pastores, 
para que en nombre de mi Hijo puedan hacer milagros, porque la santidad hace milagros. 
¡Os doy las gracias!»

domingo, 5 de abril de 2015

Pregón Pascual



Exulten por fin los coros de los ángeles,
exulten las jerarquías del cielo,
y por la victoria de Rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.

Goce también la tierra,
inundada de tanta claridad,
y que, radiante con el fulgor del Rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla
que cubría el orbe entero.

Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
revestida de luz tan brillante;
resuene este templo con las aclamaciones del pueblo.

En verdad es justo y necesario
aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto del corazón
a Dios invisible, el Padre todopoderoso,
y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre
la deuda de Adán
y, derramando su sangre,
canceló el recibo del antiguo pecado.

Porque éstas son las fiestas de Pascua,
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.

Ésta es la noche
en que sacaste de Egipto
a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el mar Rojo.

Ésta es la noche
en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.

Ésta es la noche
en que, por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo
son arrancados de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y son agregados a los santos.

Ésta es la noche
en que, rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.
¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?

¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad!
¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!

Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!

¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó de entre los muertos.

Ésta es la noche
de la que estaba escrito:
«Será la noche clara como el día,
la noche iluminada por mí gozo.»

Y así, esta noche santa
ahuyenta los pecados,
lava las culpas,
devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes,
expulsa el odio,
trae la concordia,
doblega a los poderosos.

En esta noche de gracia,
acepta, Padre santo,
este sacrificio vespertino de alabanza
que la santa Iglesia te ofrece
por rnedio de sus ministros
en la solemne ofrenda de este cirio,
hecho con cera de abejas.

Sabernos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz,
no mengua al repartirla,
porque se alimenta de esta cera fundida,
que elaboró la abeja fecunda
para hacer esta lámpara preciosa.

¡Que noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano y lo divino!

Te rogarnos, Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre,
arda sin apagarse
para destruir la oscuridad de esta noche,
y, como ofrenda agradable,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso
y es Cristo, tu Hijo resucitado,
que, al salir del sepulcro,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina glorioso
por los siglos de los siglos.
Amén.

viernes, 3 de abril de 2015

En la cruz está la vida


En la cruz está la vida
y el consuelo,
y ella sola es el camino
para el cielo.

En la cruz está "el Señor
de cielo y tierra",
y el gozar de mucha paz,
aunque haya guerra.
Todos los males destierra
en este suelo,
y ella sola es el camino
para el cielo.

De la cruz dice la Esposa
a su Querido
que es una "palma preciosa"
donde ha subido,
y su fruto le ha sabido
a Dios del cielo,
y ella sola es el camino
para el cielo.

Es una "oliva preciosa"
la santa cruz
que con su aceite nos unta
y nos da luz.
Alma mía, toma la cruz
con gran consuelo,
que ella sola es el camino
para el cielo.

Es la cruz el "árbol verde
y deseado"
de la Esposa, que a su sombra
se ha sentado
para gozar de su Amado,
el Rey del cielo,
y ella sola es el camino
para el cielo.

El alma que a Dios está
toda rendida,
y muy de veras del mundo
desasida,
la cruz le es "árbol de vida"
y de consuelo,
y un camino deleitoso
para el cielo.

Después que se puso en cruz
el Salvador,
en la cruz está "la gloria
y el honor",
y en el padecer dolor
vida y consuelo,
y el camino más seguro
para el cielo.


Santa  Teresa de Jesús.